Es
curioso revisar los cuentos tradicionales, aunque la tradición escrita los ha
desvirtuado tendiendo a eliminar los elementos subversivos que la persona que
narra incluye. Es curioso, al escribir tienes que tener cuidado para que no
haya elementos mal sonantes, para que nada se pueda malinterpretar; sin
embargo, la tradición oral permitía a la persona que narraba ser más creativa e
incluir las transgresiones que considerase oportunas, sólo había que tener en
cuenta al público oyente que tenía. A pesar de Disney, algunas transgresiones
han llegado a nuestros días…
Fijémonos en los cuentos, hay una inmensa mayoría de mujeres protagonistas. Ellas tienen
nombre, ellos, en su mayoría, son solo príncipes (también hay ogros,
leñadores…). De hecho, no se habla ni de que sean inteligentes, ni prácticos; se
les asume valor, pero no se dice qué tipo, ni la por qué tienen ese valor
(suponemos que será por lo mismo que los que tienen estatua en la mayoría de
los pueblos de este nuestro país, vamos, por ser asesinos). La única
característica que los define es ser príncipe. Y, mira que son tontos: el de
Cenicienta, se enamora de ella pero necesita ponerle un zapato para
reconocerla; el de la Bella Durmiente pasaba por allí y una mujer somnolienta
se despierta y se casa con él… Vamos que no tienen ningún conocimiento,
competencia, habilidad social… En estos tiempos estarían en el más absoluto
desempleo. Eso me lleva al príncipe actual, esperemos que la prinzesa, la
republicana, promueva el cambio (derrocar la monarquía), ya que en los cuentos
las protagonistas desobedecen y
transgreden las normas escapándose, yendo al baile, teniendo curiosidad, etc. De hecho, los príncipes no son salvadores, ni
héroes, ni nada; si nos fijamos bien son premios a ellas por la transgresión.
Después de hacer algo que no estaba bien visto, es decir, después de
desobedecer, su recompensa es un príncipe. Y, no digo yo que esto esté bien,
¿eh? Que ser hombre objeto es tan malo como ser mujer objeto.
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