Yo nací en España y, aunque a mí no sea lo que más me gusta,
tengo la piel muy clarita.
Bueno, pues a pesar de pertenecer a un país que impide que
el Sáhara Occidental tenga su
derecho de autodeterminación, allí, yo, española
de piel blanca, tengo unos privilegios que las y los habitantes del Sáhara (tanto
en
zona ocupada,
liberada y en los
campamentos) no tienen. Yo reniego de mi
postura como opresora, porque aunque mi país les oprime, yo me considero afín a
su causa; porque aunque pertenezco al llamado primer mundo y allí no pasan de
ser tercer mundo (y fíjate qué tercer mundo, sin tierra y sin derechos humanos),
yo lucho porque esa situación cambie. Sin embargo, aunque directamente yo no
sea opresora, sí cuento con unos privilegios que allí no tienen,
sólo por el hecho de ser mujer europea y tener
la piel blanca.
No me gustan ni mis privilegios, ni mi parte opresora por ser española, europea y blanca.
Aún así, tengo que aceptarla y trabajármela para ser realmente justa con las y
los saharauis. Porque que yo no me sienta así, no significa que las demás
personas no me vean así, ni que no me beneficie de mis privilegios.
Algo muy parecido ocurre con los hombres dentro del sistema
patriarcal. Por muy igualitarios que sean, es difícil que se desprendan de sus
privilegios.