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Me viene a la
cabeza una película americana de Hollywood de hace algún tiempo ya. Creo
recordar, a no ser que haya puesto, yo, bastante de mi cosecha personal, que se
trataba de una chica que, a lo largo de la peli, cambiaba varias
veces de pareja. Ese no es el argumento de la película, pero es lo que me interesa ahora.
Según tenía una pareja nueva, cambiaban sus gustos gastronómicos, concretamente,
en un determinado plato: los huevos. Si a su pareja le gustaban los huevos fritos, ella se pirraba por los huevos
fritos; si a la siguiente pareja le gustaban los huevos escalfados, a ella le
perdían los huevos escalfados. Y, así pasando por el amplio abanico culinario
cuyo ingrediente principal es el huevo.
Triste, pero cierto. No es algo de una película solamente. ¿Cuántas mujeres
hemos sido fieles acérrimas a un estilo musical por nuestras parejas? ¿Y de
aquellas que eligen la fórmula 1 o las motos como principal hobby en un
determinado momento de su vida?. No quiero decir que no haya mujeres a las que
no les gusten estos “deportes”, ni que no haya quién no descubra un estilo
musical con su nueva pareja. Me refiero a aquellas que, tras una temporada con nuestra
pareja descubrimos y perdemos el interés suscitado por las tareas anteriormente
citadas u otras e, incluso, si cambiamos de pareja, nos gustan otras cosas. No
es raro que esto ocurra y no solo por la novedad, sino porque estamos educadas para las demás personas y eso hace que prioricemos sus gustos, incluso por encima de
los nuestros. Simplemente, ha llegado el momento de decir no a esa educación, de decir no a la sección femenina.
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