Y, entonces ella me preguntó. Yo respondí que yo no podía,
yo no sabía, había pasado mucho tiempo. Pensé que era hablar de las otras. Pero
ella, me señaló: me refiero a ti. Justo en ese momento me dí cuenta. Soy un
buen ejemplo del efecto de la crisis en las mujeres. Antes de la inventada
crisis económica que, en definitiva, ha sido humana, yo era una mujer que
ocupaba un cargo de responsabilidad, tenía trabajo estable, con buen sueldo y buen horario. A día
de hoy, soy una mujer que se dedica al funambulismo. Camino por la cuerda floja
y me manejo en la inestabilidad. Y, en esas ando, buscando un poquito de precariedad. Porque no hay nada peor que los efectos de una crisis que te hacen
sentir que ya no formas parte. Y, yo… yo quiero formar parte.
Perdí mi trabajo
y me dediqué a buscarme, reinventarme y hacer todo lo posible para que esta crisis no hiciese mella a nivel personal más de lo que era necesario. Me hizo
replantearme mil cuestiones y tomar decisiones que de otra forma no hubiese
tomado. Encontré en el camino a quién camina a mi lado, encontré que me
preocupaba por personas a las que yo no interesaba. Me ilusioné en proyectos en los que entregué mi trabajo mi energía y mis expectativas sin obtener nada a cambio. Me
entregué a ilusiones que, en principio,
sonaban a igualdad y me cuestionaron hasta lo personal para despojarme de las
miguitas que me quedaban. Y, así, me vi abajo y así me escuché.
Alcé mi voz
pero desde el anonimato. Veía como mis ideas se respaldaban e, incluso, había
quiénes las defendían. Yo seguía en el anonimato y, aun así, había quién me
ofrecía su rivalidad por parecer mejor que yo. Aprendí a no gastar fuerzas en
esos pulsos que no me interesaban. Tomé más decisiones, algunas que no me
gustan y otras que me hicieron crecer. Descubrí que de mis miguitas, salían
raíces y que sí, hay personas que también las veían. Ahora sigo buscando mi
forma de no depender, mi salto al vacío al mundo laboral. Me rodeo de quiénes
me miran con aprecio y me alejo de aquello que me desgasta. He visto miradas
que lucen por mí y, lo mejor, mi mirada también luce pero es más fuerte, más valiente y más violeta.
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