Tras marchar por todo el país, ayer llegaron a Madrid las
Marchas de la Dignidad. Tuve la suerte de poder escuchar el manifiesto y,
especialmente, escuchar cómo se señalaban al heteropatriarcado y su necesidad
de control del cuerpo y de la capacidad de decidir de las mujeres como
responsables de esta situación global y tan nefasta en la que nos encontramos.
No pude más que sentirme emocionada. Ya es hora de que algunas personas de la
izquierda reaccionen y abran los ojos. No se puede hablar de lucha para erradicar la opresión apoyándose en una opresión, la de las mujeres. No puede
haber justicia social si solo nos fijamos en la lucha de clases y, dejamos que
permanezca perenne la desigualdad sexual.
Cada día, veo que hay más sectores de la izquierda que abren
sus ojos a la misoginia imperante en este tipo de movimiento. Su ideología es totalmente incoherente con la opresión de las mujeres y empiezan a despertar.
Antes, tenían el convencimiento de que la igualdad entre personas de distinto sexo estaba conseguida. Por eso no
dudaban en no dejarnos ni un pequeño espacio para manifestarnos, para expresarno,
ni para opinar. El lugar de las mujeres era secundario. Ellos debían ocupar los
primeros puestos. Como esto era muy llamativo, inventaron cosas como las listas
cremallera, pero ellos siempre estaban en primera posición. Así, salían menos
mujeres en los puestos de responsabilidad. Eramos las secundonas.
Ahora me congratula
ver cómo la mayoría de las Marchas de la Dignidad tienen rostro de mujer. Ellas
estaban leyendo el manifiesto de cada una esas Marchas. Catalunya, Euskal
Herria, Paìs Valenciá… todas con rostro de mujer. Ahora es el momento, ah
ora es
el lugar. La revolución tiene cara de mujer.
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