Desde mi poca superioridad intelectual, según el erudito de Arias Cañete, he decidido
escribir unas líneas. Es duro descubrir que el intelecto va ligado a tener vagina. Ya era duro saber que nacer con útero iba ligado a unos genes que me
hacen ser:
- Una experta de la bayeta y la fregona.
- Una estupenda cuidadora de las demás personas.
- Una excelente persona que debe renunciar a sí misma.
- Una persona con poca capacidad para decidir incluso sobre mi cuerpo, mi vida, la sociedad…
- Un ser que no debería disfrutar de mi sexualidad y, en general, de todo lo que suponga placer, a mí me ha tocado sacrificio, vergüenza y culpa.
- Alguien incapaz de ganar en un debate por carecer de argumentos propios.
- Una persona cuyo sueldo debe ser inferior aunque realice el mismo trabajo que un hombre.
- Alguien a quién hay que cerrar puertas. No vaya a ser que aproveche las oportunidades que brinda la vida y me vaya bien y alguien se tenga que ver obligado a quitarme lo que me he currado… y, lo peor, que esa persona sea acusada de machista por mi culpa.
- Unas tetas y un buen culo hasta que sea madre y pase a mi otro estatus social definido por la maternidad.
- Una persona a la que hay que proteger porque siempre soy víctima, aunque, a veces, soy princesa. Aunque ahí también me deben proteger porque soy débil, contenida y muy delicada.
- Una histérica.
- Una puta.
- ….
¡Ay, qué faena es tener dos cromosomas X! Ya lo dijo Freud: ¡el pene! Yo lo que tengo es
envidia por no tener un pene. ¡Qué gran privilegio es tener un cromosoma Y! Y,
de eso se trata, de conceder privilegios y de que hay personas que se creen con
la potestad de conceder dichos privilegios.
Muy tonta, muy tonta no debo ser. Ni yo, ni el 53% de la
población que somos quiénes tenemos un útero. Ese es el quid de la cuestión: el
útero, lo que tanto se empeñan en
controlar el gobierno, la Santa Iglesia
Católica y muchos hombres. ¿Por qué será?
¿Miedo, ignorancia? El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta (frase tomada de Facebook).
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